En una sociedad globalizada el crecer viene asociado con
progreso o al menos con expectativas de que eso ocurra. Crecer es ingresar a
nuevos círculos y estamentos que se muestran como inclusivo, occidentalizado;
entonces crecer esta asociado con miradas positivas de corte muchas veces
consumista al cual a menudo somos atrapados.
En lo globalizado de nuestras sociedades, donde la economía
de mercado es el denominador común de las sociedad es bueno preguntase cual es
el precio que los pueblos deben pagar para tener un crecimiento con verdadera inclusión
social.
En las llamadas economías emergentes, una de esas
categorizaciones de los países centrales para aquellas naciones que llevan políticas
de crecimiento de sus productos brutos internos (PBI) pero que no entran en el
selecto grupo de potencias y que se fue poniendo de moda a la cual muchos aspiran. Muchos de los emergentes son aquellos países considerados
subdesarrollados años atrás, una especie de anormales que se iban encaminando
al sendero de la evolución de la raza económica para convertirse un pequeñas
potencias, siempre y cuando no pongan en riesgo las hegemonías dominantes.
¿Pero esas llamadas economías emergentes tiene un
crecimiento que derrame beneficios a los sectores sociales más desprotegidos o
estaremos otra vez en presencia de meros números y transacciones en el mundo de
los finanzas que no tiene su correlato en las economías familiares?
Tomemos el caso de la República del Paraguay, aquel país
sudamericano que supo ser potencia industrial y que hoy tiene los índices de
pobreza, indigencia y fragmentación social más grandes del continente, es el mismo país que tuvo un
crecimiento del 15% anual en el 2013, según datos arrojados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), pero
al mismo tiempo es una de las naciones con mayores índices negativos para sus pobladores. Por otro lado “El ingreso del quintil más
rico de Asunción creció 22,9%, muy por encima del crecimiento del PIB que fue
del 15,0%, y el ingreso del quintil más pobre –en pobreza extrema- solo lo hizo
en 1,1%”, según datos de un informe del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Es una clara muestra que crecimiento económico no significa inclusión
social ni mejor calidad de vida para los mayores sectores de la población. Un matriz
económica basada en la agro exportación de materia prima sin valor agregado
son consecuencias de las recetas económicas, las mismas que rigen al continente
desde hace más de 50 años y que no permite derramar las “bondades” de los
modelos más allá de los sectores
concentrados de la economía.
La desarticulación de un sector
productivo como motor de crecimiento y la concentración de las riquezas hace
que países como Paraguay tenga uno de los mayores porcentajes de crecimiento macroeconómico
pero a su vez las brecha entre ricos y pobres siga en aumento sostenido.
Entonces surge la pregunta
inicial ¿Cual es el precio? Crecer con
que consecuencia y a costa de que. ¿Cuándo los sectores postergados serán los
beneficiarios de tamaña riqueza, cuando se implementará un verdadero desarrollo
educativo, de salud y de previsión social para ese grueso de la población que
se mantiene al margen de los grandes crecimientos? Las recetas apuestan a los
cambios cosméticos pero nada hacen con el cáncer estructural que significa la concentración
de la riqueza y el creciente mercado informal que cada día le quita derechos a los trabajadores presos de los burócratas
sindicales.
¿El futuro llego hace rato?
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