Al fin llego a Navojoa, municipio del sur del Estado de
Sonora, al norte de México. Me alisto a dar los primeros pasos en la ciudad y
noto un paisaje muy diferente al acostumbrado. Árboles espinosos y arbustos
delimitan un relieve atípico para mis ojos, la tierra blanquisienta se impone
ante un horizonte de cerros que configuran uno de los climas más extremos del
país marcando a fuego a sus habitantes con el sol como protagonista principal.
Calles semipobladas y casi silenciosas dejan trascender el
cantar de los pájaros, el sonido del viento golpeando las hojas de los árboles y
el murmullo de algunas personas. Parece casi una puesta en escena donde el sol,
cual rector de toda actividad, comienza a calentar los cuerpos y el asfalto. El
lenguaje corporal no miente y las personas toman sus recaudos para una
inminente jornada de altas temperaturas.
Decido, pese al clima, caminar por las calles de la ciudad y
un “Bienvenido a Navojoa” es la frase más escuchada por parte de cada vecino
que se entera que acabo de llegar de tierras sureñas. En un tono cordial, con
una gran sonrisa y voz fuerte hacen que me sienta muy bien atendido en las
primeras horas en tierra norteña, lo que hace sentir que estoy en una comunidad
más que agradable.
Mientras intento ambientarme voy caminando por las calles y
diviso el “ángel de la independencia” imponiéndose estoico ante un pueblo que
contempla y revive día a día la lucha de tanto mexicano por liberar el suelo
del territorio nacional, más allá la bella Plaza 5 de mayo, punto neurálgico de
la ciudad donde se concentra el poder político, económico y religioso, y que es
el centro de reunión y convergencia social por excelencia.
El Ayuntamiento (ejecutivo local), los bancos de capitales
nacionales y extranjeros y la imponente Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
conforman el punto más céntrico de la ciudad. A lo lejos tras unas palmeras y
al pie del Boulevard que lleva su nombre pude contemplar de un blanco
reluciente el monumento al General Álvaro Obregón, ex presidente de México y
nativo de tierras Mayo.
Mi recorrido siguió hacia el Mercado Municipal y mientras
recorro sus pasillos escucho el ruido de las máquinas que hacen tortilla, son
inconfundible. Me abro paso y poco a poco voy dejando atrás algunos sonidos de
la calle, ya se mezclan con la de los comerciantes y compradores generan ese
lazo casi amistoso.
Más allá, el olor de los diferentes platillos junto a los
comales listos para las tortillas. Las fondas están trabajando en toda su
capacidad lo que me recuerda que color y sabor de la comida mexicana es única.
Más allá, accesorios de cueros, ropa, venta de productos
eléctricos, sombreros, nieves, maquillaje, carnes, frutas, verduras y cuanta
cosa se me ocurriera encontraban a lo largo de los pasillos. A mi paso, y entre
tanto colorido como cada mercado mexicano, el olor a mariscos impregna mi nariz
cautivando con los frescos olores provenientes del mar y la diversidad de
platos a disposición.
Tanto caminar, ver y preguntar hizo que el tiempo vaya
corriendo, miro mi reloj y en ese preciso momento un fuerte ruido me paraliza
por completo, sin saber que ocurría me acerco al dueño de un puesto y le
pregunto ¿Qué es ese ruido? “suena la bocina del mercado, indica que ya son las
12” me dice, la explicaciones me tranquilizo aunque seguí aturdido y un poco
desconcertado.
Decidí seguir caminando y llegando a una esquina me encontré otra
vez con calles polvorientas y una fresca brisa marina que soplaba por momento,
intentando paliar el calor que para esas horas ya era importante.
Con un tránsito un tanto más fluido y mucho más movimiento
los vendedores de aguas frescas, manzanas con chamoy, nieves de garrafa, pico
de gallo dibujaban el panorama de la zona comercial más importante de la
ciudad, sin olvidar la tradicional música norteña, de culto en todo el
territorio nacional.
Navojoa, una ciudad mexicana con sus colores, olores y
sabores: Camino unos pasos y la amabilidad del navojoense desde que pise tierra
de los Mayo fue muy grata, cariñosa y llena de augurios. Una ciudad surcada por
la vías del tren, el intenso calor y los las brisas marinas donde el “norteño”,
con su particular estilo, está dispuesto a tenderte una mano, siempre.
Todas las fotos son de mi autoria
Muy bonito, yo soy Navojoense y con tu escrito me has trasportado a mi tierra :) Saludos!!
ResponderEliminarGracias por tus palabras, que bueno que te gusto. Un abrazo
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