Mañana lluviosa, gris y con clima enrarecido muy típico del mes de agosto en México DF. Me dispongo a empezar el primer andar en un nuevo submundo, un nuevo clima, una nueva sociedad, se trataba de mis primeros pasos hacia el metro de la ciudad de México, de los más grandes e interconectados del mundo.
No vas aguantar el ritmo del metro, es un circo, te van devorar, aplastar, asustar, te vas a perder en los trasbordos, fueron las frases que escuchaba ante el inminente destino.
Listo para adentrarse, dispuesto
a ser parte, uno mas entre millones de personas que a diario lo utilizan, voy rumbo a la estación Taxqueña, cabecera de la
línea azul. Al dar los primeros pasos noto que me sumergia en un terreno verdaderamente complejo muy distante de las apacibles calles de mi Corrientes natal, en Argentina. Autos, motos,
taxis y colectivos a montones surcaban el parador
taxqueña con direcciones incongruentes y el apuro de llegar quien sabe dónde. Los bocinazos, los gritos en el paradero de
colectivos y el ruido de cientos de motores rugiendo conformaban el matiz
auditivo rumbo la estación del metro.
Los puestos de comida corrida y los vendedores ambulantes ofreciendo una infinidad de productos se fundían entre las miles de personas que caminaban con ritmo constante hacia los trenes.
Los puestos de comida corrida y los vendedores ambulantes ofreciendo una infinidad de productos se fundían entre las miles de personas que caminaban con ritmo constante hacia los trenes.
Cada paso dado significaba sumirse más al mundo chilango, hacia la derecha se erguía la imponente, cual marca registrada, la Virgen de Guadalupe,
(lupita), patrona espiritual, cultural y social de los mexicanos. Punto
de reunión esencial de los trabajadores para recibir su bendición al
comienzo de cada jornada; velas, flores, colores y aromas conformaban el
solemne y folclórico
altar lleno de devoción.
Dejando atrás la virgencita, los olores y sabores de las taquerías hacían de lo suyo mientras la música norteña y la salsa amenizaba la ocasión. Más allá vendedores de mp3, flores, cigarros, electrónica, cacahuates, tortas y cuanta cosa se pueda imaginar daba cuenta que ya estábamos dentro del metro y aún a la esperaba de lo mejor. (va continuar...)
Dejando atrás la virgencita, los olores y sabores de las taquerías hacían de lo suyo mientras la música norteña y la salsa amenizaba la ocasión. Más allá vendedores de mp3, flores, cigarros, electrónica, cacahuates, tortas y cuanta cosa se pueda imaginar daba cuenta que ya estábamos dentro del metro y aún a la esperaba de lo mejor. (va continuar...)
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