Noche de miradas y algo más



Noche, para muchos oscuridad, final del día y descanso, para otros el momento propicio para llevar adelante los mejores momentos de una jornada. 

Lo único cierto es que mientras el cielo se tiñe de un oscuro impredecible por la huida del sol miles de vidas se transforman, se modifican, se apagan o encienden para generar algunas historias que buscan romper algún corazón austero o delimitar una audaz estrategia que revolucione su ámbito, su entorno inmediato para lograr trascender  aunque sea por un instante.
 
La noche finalmente llega y a  lo lejos se puede sentir las miradas a través de las ventanas, aquellas que en un intento por sentirse cada vez más cerca de sus sueños se resisten a un simple anonimato. Se puedo sentir cómo los tejados son protagonistas de los sigilosos pasos de los gatos que buscan conquistar el momento en busca de una presa o un amor de transito. 

Ante el escenario nocturno la luna ya se hace presente, un tanto olvidada porque tal vez ya no inspire tantas historias de amor, pero allí sigue a la espera de un romántico solitario que utilice su radiante figura plateada para concretar una cita y desplegar sus alas. 
La noche sigue impredecible e intentando mostrarse uniforme más allá de las miles de historias que se tejen  de forma casi impredecible, a su vez surgen algunos sonidos que la caída del sol puso al descubierto. La brisa nos trae infinidad de recuerdos y sensaciones, uno de ellos es el andar corrosivo de los trenes, esos que antes llevaban esperanzas, historias de vida y melancolía, esos que ahora sólo llevan plusvalía en un puñado de vagones. 
Ese acorazado de hierros entramados -el tren-  ya no suena igual, ya no tiene ese fervor de décadas pasadas aunque la noche, la luna a medias tinta, los gatos en el tejado y un enamorado se empeñen para que así sea diagramando una noche perfecta, aunque declinen en el intento.
La noche nos regala locura, sueños nuevos, el comienzo de las preocupaciones (para muchos)  y mucho de incertidumbre. La noche es la cómplice más sensata de aquellos idealistas, esos que por noctámbulos buscan desafiar la realidad social que apremia y toman a la oscuridad como excusa para inducir cambios. 
La noche también alberga las perturbaciones de quienes por las mañanas se esconden en  la rutina,  esos mismos que no pueden ver gatos en el tejado ni sueños por las ventanas formando parte de una realidad que muchos eligieron vivir y otros tantos fueron empujados por los sinsabores de una sociedad muchas veces cruel.

Pero... Alguna vez por más rutinario que seamos nos podemos tomar  un tiempo para pensar en la inmensidad de la  noche, tratando de dilucidar quienes son los culpables que los trenes ya no transporten alegrías, por qué ya no se escriben cartas de amor y no escuchas el sigiloso andar de los gatos. Cuando eso suceda es probable que se vaya asomando el día pero no el fin de los sueños.

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