Todo transcurre con una normalidad aparente, la brisa marina
predomina con ese toque húmedo que lo hace inigualable. Los aromas y texturas se
confunden con el ambiente polvoriento de la ciudad ante la falta de lluvias.
El cielo tal vez conjugue algunas aristas para salir de lo rutinario, las nubes
que minutos antes no aparecían en escena ahora predominan esponjosas y grises dejando
al sol en un papel intrascendente aunque se rehúse a perder protagonismo.
Los pájaros alterados forman la antesala perfecta de que el
tiempo cambiará de forma inminente, tanto es así que el día se presenta a oscuras en
plena siesta dominguera. A pesar de todo ello nada parece alterar la
tranquilidad de la ciudad que descansa a la espera de un nuevo comenzar.
Todo parece otra puesta en escena de esas que nos tiene acostumbrados
el cielo norte a las orillas del Mar de Cortés, los truenos se intensifican y
las nubes ya oscuras le ganaron la batalla al sol quien resigno su poderío en
manos de un manto nuboso.
La humedad se intensifica a tal punto que ese olor a tierra
mojada se puede percibir en el ambiente mientras ráfagas frías surcan los árboles. La lluvia parece cuestión de minutos pero como aquí eso escasea no está dicha
la última palabra.
Al fin, la lluvia empieza y terminan las especulaciones, el paisaje se transforma como cada
vez que eso sucede. A pesar que el agua nos exige resguardarnos
sabemos que es una gran fuente de vida y por ello muchos se asoman hacia las
ventanas para ver las siluetas que se dibujan en los charcos de agua mientras divagamos y soñamos.
Que única es nuestra naturaleza, que imponente esta nuestro
cielo y que bella es ver la vida florecer. Celebremos porque aún nos toca
presenciar tamaño acontecimiento.
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